Recuerdos diluidos

 Cuántas veces sentimos algo y creemos que no lo olvidaremos en toda nuestra vida. Qué ingenuos. En ese momento es muy grave y muy dramático todo pero con el paso del tiempo la mayoría de esas situaciones se perfilan en su lugar adecuado dentro de una vida entera. El gran drama de los siguientes quince minutos probablemente caiga en el olvido en unas semanas. 

Un poco porque tendemos a dramatizar más de la cuenta y otro poco porque nuestra mente sabe borrar o aligerar aquellos recuerdos que nos dañan. Menos mal que puede actuar por su cuenta y no nos hace caso, estaríamos anclados al dolor y el resentimiento.

Ayer recibí una noticia de la que no me he recuperado aún. Un gravísimo problema de salud de una persona que estuvo en mi vida hace unos años. No fue una relación fácil. Ni por su parte ni por la mía. Éramos dos trenes a punto de chocar, sin ninguna intención de frenar. Pura cabezonería, al menos por mi parte.

Desde anoche no me quito de la cabeza las veces que la vi mal y que intenté ayudarla, sin éxito siempre. Las veces que lloré por lo injusto que me parecía lo que estaba viviendo. La sensación de traición en un principio que luego descubrí que no era más que la manipulación por parte de otros. Otros más cobardes y más rastreros que aseguraban su asiento enfrentando a dos personas que nada tenían que ver. Dos peones en manos de unos sádicos jugadores de ajedrez.

Eso ya no puede cambiar. Ahora quisiera tener una conversación con esta persona y pedirle perdón por el daño que haya podido hacerle en este macabro juego en el que jamás nos pidieron permiso para entrar. También querría que supiera que yo olvidé todo hace mucho tiempo. Es cierto que lo pasé muy mal, no lo voy a negar. Pero la vida es mucho más que eso.

La pena es que esas personas manipuladoras y malvadas tampoco están a su lado ahora. A mi lado tampoco, pero es que yo no las quiero. Espero que ni las quiera ni las necesite.



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