Flores de hipocresía

 Seguramente hoy hayas ido al cementerio a llevar flores a tus difuntos. Ante todo, mi respeto. Yo hace ya muchos años que no voy. Y no creo que vuelva.

La última vez que estuve lo pasé realmente mal. Estaba embarazada, en el tercer trimestre, y me prometí que no iba a volver a pasar por eso. No tenía ningún sentido. Mi madre no estaba allí, allí había algo material que no era ella. Y ella hubiese querido verme bien, no con ese sofocón que me llevé. Además, ella siempre quiso tener un niño y ahora yo lo llevaba dentro de mí.

Desde pequeña me habían llevado como parte de un ritual que no entendía. Era difícil de entender que bajo esa losa estuviese mi madre, ella tenía que estar conmigo, no allí. Llevaban flores y estaban un rato callados. Nunca supe si rezaban, pedían perdón o sólo permanecían de pie por las apariencias. Lo que sí sé es que la persona que me llevaba no pintaba nada allí. Ni procedía obligar a pasar por esa situación a una niña tan pequeña ni tenía él derecho a estar allí después del trato que le había dado en vida.

Según han ido pasando los años he ido comprobando que hay demasiada gente que va por costumbre o por el qué dirán a los cementerios. Compran flores, pasan allí un rato como quien va a esperar el autobús y se marchan. Me rebela. ¿Para qué quiere un muerto las flores? ¿Qué haría el finado si viera al pie de su sepultura a personas que en vida le trataron tan mal? ¿Cómo no se les cae la cara de vergüenza?

Las cosas, buenas o malas, se hacen en vida. Luego ya no sirven. No sé si habrá un más allá pero, si lo hay, imagino a más de uno retorciéndose viéndonos en estos días. La mejor flor es la que regalas a tu madre cuando la recoges del campo. O la que llevas a tu novia una tarde sin motivo. La mejor visita es la que haces a tus abuelos cuando ellos no lo esperan. De nada sirve lamentarse luego ni llorar. 

Creo que deberíamos normalizar más el asunto de la muerte. La vida y la muerte son un proceso que requiere de ambas para tener sentido. La muerte no nos hace mejores, el recuerdo no sirve para cambiar las cosas. La ausencia pervive en el alma mientras tienes latidos en tu pecho. Si quieres a alguien, demuéstraselo en vida. Haz la vida más fácil a los que te rodean. Regala una sonrisa a los desconocidos. Intenta vivir cada momento como si fuese el último. Y respeta a todos, por extraños que te resulten sus comportamientos o su forma de sentir.

A mí que no me lleven flores. Seguramente no vaya a poder disfrutar su olor ni su belleza. Y no quiero quedar para que nadie lave su conciencia cuando ya no tenga solución.



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