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Mostrando las entradas etiquetadas como reconstrucción

De perfiles

  Hace tiempo tuve una conversación en la que un hombre muy inteligente me decía que estaba cansado de que le hablasen del perfil de la gente. Este no cumple el perfil, necesitamos un perfil muy concreto, mantén un perfil bajo... Me decía que no entendía que se nos catalogase así. Yo le decía que me sentía muy incómoda porque me daba la impresión de que era un reflejo de la deshumanización a la que nos estamos sometiendo, sobre todo, en el entorno laboral. Etiquetas, patrones, logaritmos... Desde entonces, de vez en cuando, viene esa escena a mi mente y siempre termino haciéndome la misma pregunta: ¿qué hacemos con los sentimientos? Si cosificamos a las personas les arrebatamos sus sentimientos, sus habilidades, sus necesidades. Ya no queda nada que distinga a una persona de una mesa o un cubo. Ya no siente dolor, pena o remordimiento. Eso nos da vía libre para poder justificar acciones egoístas, inmorales o vergonzantes. Si no afectan a nadie no tienen importancia. Pero si afectan. Po

R-evolución

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 Este tiempo de silencio autoimpuesto responde única y exclusivamente a la necesidad que tengo, una vez más, de reinventarme. Es muy difícil entender esta actitud hermética y absurda en muchas ocasiones para las personas que me rodean pero de vez en cuando tengo la necesidad de desaparecer. No es rebeldía ni cobardía. Es incapacidad absoluta de situarme frente a mí misma y frente al espejo que me mira con asombro. Estoy deseando que acabe ya este año nefasto. Creo que necesito cambiar de año porque es de las pocas cosas que han de cambiar inevitablemente y que no dependen de mi intención, acción u omisión. Pasará. Y ni será culpa mía, ni me replantearé mil posibles vueltas atrás para evitarlo, ni volveré a la recreación del "y si hubiera...". Pasará como pasa la vida, porque tiene que pasar. A lo largo de este año estoy teniendo que encajar cambios muy profundos. Está siendo agotador, la verdad, pero era necesario culminar estos procesos y renacer una vez más. Como ave fénix,

Ausencias

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 Nunca me han gustado estas fiestas. Seguramente porque hace demasiado tiempo que faltan a la mesa las personas más importantes. La verdad, no sé en qué momento dejaron de gustarme las Navidades. Tengo algunos recuerdos bonitos de estas fechas, pero son tan escasos que me cuesta enfocar una línea temporal clara. De muy pequeña, eran fiestas bonitas. Conservo imágenes aisladas de encuentros en casa de mi tía Mari Pili, con los hermanos de mi tío Paco y sus hermanos. Una casa muy pequeña llena de gente y de risas. Duró poco por la mala cabeza de un ser oscuro y malvado. A partir de ahí, las fiestas empezaban el día que llegaban mis primas de Bilbao. La Plaza Mayor, Cortylandia, el bocadillo de calamares, las películas de risa mientras nos acostábamos todas revueltas en el sofá. Hasta que el mismo ser decide romper esa magia. Dos de dos, machote, eres un genio. Desde ahí, cada día se iban apagando más las luces. El círculo era cada vez más cerrado, austero y falso. Y un día decidió que su

Miopía

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 Soy miope. También tengo astigmatismo y vista cansada. Un prodigio. Por eso no es de extrañar que no me entere de muchas cosas hasta que no las tengo encima. Pero ya empieza a ser problemático. Me he acostumbrado a ver un poco borroso de lejos. No hay problema. También a que se me junten las letras. Tampoco supone ninguna dificultad. Me pongo las gafas y punto. Eso si, que sean bonitas, que voy a ser coqueta mientras viva. Lo que me preocupa es la miopía sentimental. Para ésa, que yo sepa, no hay aún gafas que aclaren el panorama. Antes tenía buen olfato para detectar capullos y flores, quizá por el coronavirus ahora tampoco los distingo. La realidad es que en los últimos tiempos he tenido unos cuantos patinazos que me hacen desconfiar muchísimo de las primeras impresiones. He conocido a personas a las que he adoptado en mi vida como si fueran de mi sangre y algunas de ellas me han fallado. No sé muy bien el motivo pero la realidad es que me han defraudado. La verdad es que el motivo

De profesión, aprendiz

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 Llegada una edad parece que nos da vergüenza decir que desconocemos tantas cosas. Queremos saberlo todo y actuamos como si estuviésemos en posesión de la verdad absoluta. Quién me va a enseñar a mí, a mis años. Qué me va a enseñar a mí ese, que estaba en el colegio cuando yo ya era maestra. A conducir me vas a enseñar tú, a estas alturas. Qué ingenuos somos. Y qué brutos. En este año y medio que llevo de retirada forzosa me he dedicado a aprender. Hay tanto que desconozco que creo que no voy a alcanzar nunca ni la centésima parte de lo que quisiera conocer. He descubierto habilidades, destrezas, fragilidades y carencias. Cada nuevo conocimiento me ha llevado a mil y una dudas que surgen en cascada. Cada nuevo rayo de luz me enseña la oscuridad en la que vivía. El mito de la caverna va tomando sentido en esta cabeza dura que, por mucho que lo intentase en las clases de filosofía, nunca llegó a entenderlo. Quizá no era el momento, quizá no tenía la madurez suficiente. Qué sé yo... Ahora

Renaciendo siempre

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  " Los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez" (Gabriel García Márquez) Por casualidad, como casi todo lo bueno de la vida, esta frase apareció ante mí. Cualquier escrito de Gabo tiene siempre abierta la puerta de mi corazón y cuando la leí sentí que me la lanzaba directamente a mí, que me hablaba desde el más allá para darme la orden de reinventarme. Ya hace un tiempo comprendí que mi destino era ser ave fénix. He muerto y renacido tantas veces que ya me parece que es como deben ser las cosas. Te caes, te levantas, te vuelves a caer, te vuelves a levantar... El secreto está en levantarse siempre y aprender algo de la caída. Si no puedes evitar la próxima, al menos, aprende a caer con estilo y a levantarte con más sabiduría. La técnica del ensayo - error lleva dando resultados desde que el mundo es mundo. Pero no hay que olvidar que hay más formas de aprender y de enseñar. La

Empatía... y educación

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 Dos palabras que parecen poco pero que hacen que la vida sea de un color o de otro. Su ausencia retrata lo más bajo del ser humano y la capacidad que tenemos de dañar gratuitamente a cualquiera que encontremos en nuestro camino. Su práctica siempre permite que brille un poco más el sol para aquellos que nos encuentran. Esta mañana he pasado la evaluación del Tribunal Médico. Ya iba preparada para encontrar un ambiente hostil y desagradable. Lo pasé hace años y salí destrozada. Me hicieron repetir el mismo discurso varias veces para ver si caía en incoherencias. Me preguntaron y repreguntaron haciendo hincapié en los aspectos más dolorosos que en ese momento estaba intentando superar. Lloré dentro de la consulta. Lloré en una cafetería al lado del centro. Lloré en el coche hasta hartarme porque no era capaz de arrancarlo.  Hoy iba sabiendo a lo que me enfrentaba pero han logrado volver a sorprenderme. He llegado agotada. El transporte público me machaca física y psicológicamente. Como

Con dos manos izquierdas

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 Siempre había pensado que había nacido con dos manos izquierdas. Torpe a no más no poder. Porque siempre he estado rodeada de personas con grandes talentos que tenían una tremenda habilidad en todo aquello que intentaban. Parecía que todo era sencillo cuando otros lo hacían y una odisea cuando yo lo intentaba. Parecía que tenía dos manos izquierdas. Me producía una gran inseguridad intentar cualquier cosa. A mi lado siempre ha habido maestros cocineros, perfectas modistas, artesanos sublimes, científicos precisos y abnegados... Y yo les observaba viendo cómo no podía llegar a su nivel en ningún caso. Estos últimos años están siendo muy delicados. Mi vida ha cambiado como cuando le das la vuelta a un calcetín. Y me encuentro en pleno proceso de reconstrucción. En este camino he decidido que tengo que intentar todo, que lo importante es intentarlo aunque no lo consiga. Quiero poner fin a la dictadura del éxito a la que me estaba sometiendo. Fuera complejos y miedos. Por eso estoy muy or

En construcción

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  No es la primera vez que me doy cuenta de la necesidad de volver a rehacerme desde los inicios. Ni la primera vez que soy consciente de la debilidad de los cimientos sobre los que he construido mi realidad. Y lo peor es que probablemente tampoco esta vez sea la última. Veremos. El problema de reinventarte una y otra vez es que tienes que ir reutilizando los materiales de derribo de tus proyectos anteriores. Algunas piezas sirven perfectamente y encajan donde las coloques. Otras tienen muescas que dificultan su reubicación. Pero las más peligrosas son las que aparentemente encajan pero que en realidad no son suficientemente fuertes como para soportar el peso de todo el nuevo edificio. Si no te das cuenta, el peligro de derrumbe te estará acechando siempre. Hace unos años, por estas fechas, me di cuenta perfectamente de que las piezas que había puesto en los cimientos eran de piedra pómez. Me había engañado a mí misma pensando que me había rehecho de mis cenizas y que todo iba viento e