De perfiles

 


Hace tiempo tuve una conversación en la que un hombre muy inteligente me decía que estaba cansado de que le hablasen del perfil de la gente. Este no cumple el perfil, necesitamos un perfil muy concreto, mantén un perfil bajo... Me decía que no entendía que se nos catalogase así. Yo le decía que me sentía muy incómoda porque me daba la impresión de que era un reflejo de la deshumanización a la que nos estamos sometiendo, sobre todo, en el entorno laboral. Etiquetas, patrones, logaritmos... Desde entonces, de vez en cuando, viene esa escena a mi mente y siempre termino haciéndome la misma pregunta: ¿qué hacemos con los sentimientos?

Si cosificamos a las personas les arrebatamos sus sentimientos, sus habilidades, sus necesidades. Ya no queda nada que distinga a una persona de una mesa o un cubo. Ya no siente dolor, pena o remordimiento. Eso nos da vía libre para poder justificar acciones egoístas, inmorales o vergonzantes. Si no afectan a nadie no tienen importancia.

Pero si afectan. Porque por mucho que no queramos, la persona que tenemos enfrente sigue siendo persona. Será como quiera ser pero lo único que no podrá elegir es ser persona. Y mucho menos nosotros.

A lo largo de mi vida, me han etiquetado y desestimado muchas veces por no dar el perfil. No soy el tipo de mujer con el que alguien quería mantener una relación, le gustan de otro perfil. No soy el tipo de responsable que una organización decide que es el perfil idóneo. No soy adecuada por un puesto porque mi perfil es demasiado alto. Mi cuerpo no se ajusta a los cánones, no doy el perfil de belleza adecuado para las marcas.

Está claro que soy peculiar. Ni mejor ni peor. Otro perfil, quizá. Pero no, soy persona. Llena de imperfecciones, de virtudes, de debilidades y de ilusiones. Y por eso soy única. Como tú. Como todos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Renaciendo siempre

Recuerdos diluidos