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En construcción

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  No es la primera vez que me doy cuenta de la necesidad de volver a rehacerme desde los inicios. Ni la primera vez que soy consciente de la debilidad de los cimientos sobre los que he construido mi realidad. Y lo peor es que probablemente tampoco esta vez sea la última. Veremos. El problema de reinventarte una y otra vez es que tienes que ir reutilizando los materiales de derribo de tus proyectos anteriores. Algunas piezas sirven perfectamente y encajan donde las coloques. Otras tienen muescas que dificultan su reubicación. Pero las más peligrosas son las que aparentemente encajan pero que en realidad no son suficientemente fuertes como para soportar el peso de todo el nuevo edificio. Si no te das cuenta, el peligro de derrumbe te estará acechando siempre. Hace unos años, por estas fechas, me di cuenta perfectamente de que las piezas que había puesto en los cimientos eran de piedra pómez. Me había engañado a mí misma pensando que me había rehecho de mis cenizas y que todo iba viento e

Caleruega

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 La vida, a veces, nos regala momentos maravillosos. Uno de ellos lo he podido disfrutar este pasado domingo en Caleruega (Burgos). Os cuento. Mis tíos cumplieron 50 años de casados en plena pandemia. Han ido retrasando la celebración hasta que las vacunas han sido una realidad. Y este fin de semana por fin han podido reunir a su familia y celebrarlo. Para mí fue una ilusión tremenda que contasen conmigo y mis chicos. Un día mis primas me dicen que quieren darles una sorpresa a sus padres y que quieren que estemos. Siempre las he querido muchísimo pero este detalle me llenó de satisfacción porque era algo muy íntimo y yo era "la cuarta hermana". Creo que nunca podré olvidar la cara de mi tía al vernos en la plaza. Me llegó a lo más profundo. Ellos estaban allí con sus hijas, yernos y nietas. Tenían todo lo que realmente importa en la vida. Y cuando me vio se emocionó. Y yo con ella. Aún en la distancia, siempre he tenido a mis tíos muy presentes. Sobre todo a mi tía. Todo el

De ángeles y humanos

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 No sé si será casualidad, pero casi siempre que estoy en el subsuelo emocional recibo una llamada o un mensaje de una persona muy especial. Es mi ángel. Tenemos una conexión tan íntima que a veces pienso que mis pensamientos se susurran a su oído. Por eso, cuando el telón cae y acaba la función, aparece en forma de ánimo, abrazo o sacudida. Que un ángel no sólo protege con mimos y buenas palabras. Un zarandeo a tiempo te sacude todas las tonterías y malos pensamientos. Pasan los años y la vida continúa con todos los errores humanos. Nos separa y nos daña sin remedio. Y un día te quedas mirando las cicatrices y te das cuenta de cuánto has sacrificado y cuánto has perdido. Ese día el mundo que has construido parece tener cimientos más débiles y te planteas si realmente has partido de realidades o de meras ilusiones. Y te empiezas a cuestionar absolutamente todo. Entras en un bucle sin sentido que te daña cada vez más y sabes que tienes que salir de él. Pero no puedes. O al menos no sin

Papeles

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 Dichosos papeles... Llevo varias semanas peleándome con ellos. Páginas web imposibles, enlaces que no funcionan, formularios interminables... Qué difícil nos ponen todo. Primero necesitas tener un equipo informático. Después tener un manejo casi experto para poder acceder a una ventana detrás de otra y no perderte. A continuación viene la necesidad de conocer las leyes y sus excepciones. Súmale saber redactar y tener la concisión precisa para que toda tu rabia quepa en una ventanita. Muchas veces me pregunto a dónde vamos a llegar con este sistema. Creo que se está imponiendo una dictadura de las tecnologías. O estás en ellas o estás fuera. Pero fuera, fuera. Fuera de la sociedad y fuera del sistema. Hay muchísimas personas que no pueden acceder a ese mundo paralelo que se está estableciendo. Cómo puede una persona con limitaciones, sea cualquiera su causa, pelearse con el sistema sin poder utilizar las mismas armas. Llego a la conclusión de que se trata de excluir, de dejar fuera a a

¿Amigos?

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 La palabra amigo es muy grande. Se usa con demasiada facilidad pero un amigo no se encuentra tan fácilmente. Dicen que se cuentan con los dedos de una mano y sobran dedos. No lo sé. Lo que si que tengo claro es que los amigos son los que están en las malas y te ponen una mano en el hombro sin hacer preguntas. Los pseudoamigos, como yo les llamo, se mueven y revolotean a tu alrededor cuando las cosas van bien. Cuando puedes ofrecer algo, allí están. Te regalan sonrisas y bellas palabras que tú, ingenuamente, crees hasta que llega el momento de demostrar y desaparecen. A veces te equivocas y apuestas por personas que te impresionan a primera vista. Las primeras impresiones también conducen a grandes decepciones. Creo que a todos nos ha pasado alguna vez. Duele ver y sentir que alguien por quien has luchado y a quien has ayudado siempre que ha estado a tu alcance se esfuma en el justo momento en que eres tú quien necesitas ese apoyo. Pero es mejor verlo y no justificar nada. Simplemente,

La palabra inútil

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 La palabra inútil era para mí lo peor que se podía decir de algo o de alguien. Consumo de aire sin sentido. Trasto. Un choque contra mi mentalidad facilitadora, tal y como la definió una de las muchas psicólogas que me han tratado. Inútil era el calificativo para quien no era capaz de resolver sus problemas y dudas. No por falta de capacidad, claro está. Inútil sólo servía para personas que no querían afrontar sus realidades, aquellas que tiraban la piedra y escondían la mano. Las que se escondían detrás de otros para ver desde la barrera cómo les solucionaban los problemas. Menores de edad mental que no querían crecer. Hace unas semanas me sorprendí a mí misma llamándome inútil. No me había pasado nunca antes. Me he regalado las barbaridades más agrias y salvajes pero nunca me había llamado inútil. ¿Qué ha pasado para llegar a ese extremo? Realmente no lo sé. Es cierto que hay problemas que cuesta más afrontar y que producen más ansiedad pero no era ese el motivo. Me llamé inútil por

El arte de la apariencia

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Me he hecho experta en el arte del disimulo. Antes lo veía como una especie de mentira pero la vida me ha enseñado que puede ser una herramienta muy eficaz.  La sonrisa perpetua que tanto gusta a mi amiga Helena es un arma muy potente, la que representa a la perfección el dicho de "al mal tiempo, buena cara". Por desgracia, he comprobado que según mires la vida así te trata ella. Así que he hecho propósito de enmienda. Ya no quiero volver a verme mal.  Que el pelo crece desordenado y loco, pues un pañuelo resultón. Siempre hay un perfil más bello. Siempre una sonrisa, el arma perfecta